En un mundo globalizado, tecnológico, con luna de litio y sol de oferta, sobrevivir a todo es armarse contra la nada. Y escuchando a Ramón Churruca, nuestro noveno huésped en la Karpintería, no he podido evitar acordarme del sociólogo y para mi visionario Manuel Castells, y del profesor de estructura social y sociología de la salud que me ayudo a descubrirlo, Juan Irigoyen, un personaje de ojillos vivaces, diabético y repudiado por sus colegas institucionales, relegado al ático de la Universidad de Granada sin aire acondicionado y obligado a ejercer su docencia los lunes de 09:00h a 10:30 en la ciudad del Albaicin. Ramón comentaba la globalización de la indiferencia y a mi me venía la localización del yo. Y veía a Juan Irigoyen riéndose por lo bajini, con su cinismo en la comisura de los labios, su dedo apuntando acusador, hablándonos sobre relaciones de poder y ridículo a partes iguales, recorriendo con pasitos cortos y nerviosos todo el ancho del aula, deteniendo su explicación sólo cuando la indignación más acusada, le obligaba a mirarnos fijamente como si fuera el colmo de todo y el mundo fuera a acabarse en ese preciso instante. Y pensaba que Ramón es bastante parecido, que se ríen muy igual y pasean igual, que levantan el dedo índice los dos y que como Juan, no puede evitar sacarle punta a la realidad. Uno lo hace desde la sociología y otro desde el arte y los dos llegan a la misma conclusión: El mundo, en general, es una mierda. Sin embargo lo que me gusta de los dos, es que no sólo se quedan con la afirmación sino que no pueden evitar expresarla vehementemente y esto les hace hacer y decir cosas que los relegan al ático sin aire de sus respectivos campos de acción: Arte y Educación.
Todxs sabemos que tanto el campo de la educación como el del arte son campos extremadamente institucionales y dependientes de una legitimidad contextual repleta de intereses económicos, ególatras y dogmáticos. Juan y Ramón no pueden evitar, no sé muy bien si porque nacieron así o como reza la canción, el mundo me hizo así, gritarlo por los aires (en el caso de Ramón) o susurrarlo a los oídos (en el caso de Juan) a cuánta persona encuentren en su devenir perro: Porque a veces hay que ser perra para ladrar, morder y defender el territorio, sobretodo cuando existen razones evidentes para inquietarse.
Ramón Churruca estará con nosotras hasta terminar el último mes del verano y lo que viene a trabajar a nuestra casa es la nada; la nada social y personal, la superficialidad, el narcisismo, la máscara de un mundo tecno que decae por momentos y que para evitarlo se inyecta botox y arte incomprensible. El yo, el nosotros, el ellos y el ello desde las nuevas formas de comunicación que aunque muy modernas, buscan lo mismo que las anteriores: convencerse a si mismas y a los demás de que son estupendas, únicas y originales y que para ser guay y correctx, deben ser como ellas e ir a la última, siempre, con el bolsillo lleno, el corazón vacío y el miedo por bandera. La diferencia con las anteriores, es que ya no necesitas la presión cara a cara para defender tus convicciones de ser especial sino que una pantalla se encargará de resguardarte la espalda y el pavor al ridículo directo. Ramón jugará durante su estancia con las proyecciones para construir su narrativa de fashion film y publicidad sin producto y con ello, por lo que he entendido (a Churruca lo entiendo fácil) parodiará las caretas que este siglo porta y supongo, extirpará demonios propios y ajenos.
Todo este resultado se podrá ver el 25 de Septiembre en la misma Karpintería dentro del festival de arte urbano BLV-ART a las 21:00h.
Por otra parte, también será uno de lxs encargadxs de dar formación y vacile al grupo de performance Bastarda.